La nueva Selección que torció el destino

Sol D'Amato
7 min readJan 3, 2021

Germán Beder, periodista y jefe de Prensa de la CABB entre 2015 y 2019, presentó su libro “El Legado: Historia de un grupo que le torció la mano al destino”, un repaso por la transición más emotiva del deporte argentino, que vivió el fin de la Generación Dorada y el comienzo de los nuevos nombres que han sabido confrontar comparaciones y críticas, y cambiarlas por orgullo y medallas.

Corría el año 2014, habían pasado 10 años del hito olímpico más importante de la historia del básquet argentino y la CABB estaba en ruinas: La Generación Dorada, además de deportistas, debieron ser los cuidadores de la Confederación, para evitar ser desafiliados por la FIBA por malversación de fondos y fraude económico. No daba para más. Luis Scola, siempre listo para defender sus ideales, se puso a la cabeza del pedido de toda la selección: retirar a los encargados de perpetuar el desmadre en la entidad, e intentar sanar un espacio que estaba totalmente corrompido.

Así, el gobierno de turno se encargó para agosto de ese año, de vaciar la cúpula dirigencial de la CABB, correr a sus representantes antiguos y asignar interventores y veedores oficiales. Federico Susbielles, ex basquetbolista bahiense, tomó las riendas de la Confederación, y comenzó un proceso de reorganización institucional para evitar el bajón deportivo. La deuda que mantenía la institución para la fecha con Federaciones, Asociaciones y sponsors, era de 25 millones de Pesos.

Sucede el mundial de España, tal vez el punto más flaco de la Selección Argentina, que quedó afuera en 16avo de final, perdiendo ante Brasil por 20 puntos. Y Julio Lamas, quien había aguantado esa desazón deportiva (y económica, claro está), decidió que cerrar el ciclo era lo mejor para ambos. “Susbielles, divide sus jornadas entre el descontrol financiero y la reactivación deportiva”, anuncia el libro motor de esta nota: El Legado: Historia de un grupo que le torció la mano al destino, de Germán Beder, jefe de prensa hasta 2019, encargado de seguir los pasos de la selección en este insensato período.

“No hay presupuesto para absolutamente nada, sin embargo, de alguna manera, la institución tiene que salir adelante. Y, entre otros puntos, también hay que asignar a un entrenador para la Selección Masculina Mayor. Y se acerca el preolímpico de México”. Ya era 2015, 20 de enero, y la CABB en ruinas recibía en su edificio al sucesor de Lamas: Sergio Hernández, el dueño deportivo de esta reconstrucción. “Era un desafío, pero también un compromiso. Sentía que no podía rechazar la oferta desde ese punto, al margen de cualquier cuestión económica. Quería colaborar desde mi lugar”, manifestó el Oveja en la entrevista que Beder publicó en el segundo capítulo del libro.

Así, esta edición de Básquet Plus narra el periplo de la Generación sucesora de la Dorada, que debió enfrentarse a comparaciones, críticas, problemas económicos de los que solo fueron víctimas, y sobre todo llevar encima el peso de ser el Legado, y hacerlo bien. La remontada no iba a ser fácil, los jugadores iban a pasar por muchas competencias continentales e internacionales bajo críticas, hasta alcanzar el subcampeonato del mundo en China el año pasado: fueron 5 años de crecimiento sostenido. Y siempre, sostenido por Luis Scola y Sergio Hernández: “Fueron dos tipos que me enseñaron mucho, son dos líderes muy diferentes, pero muy carismáticos y expresivos entre sí. La verdad que fueron enseñanzas permanentes, todo el tiempo iba aprendiendo al lado de ellos, a pesar de que tienen distintas maneras de llegar al resultado. Luis es mucho más exigente y está detrás de los detalles, y Oveja deja más que los protagonistas crezcan en su confianza y toma partido en situaciones únicamente cuando la situación lo demanda. Los dos se llevan excelente entre sí, y a mí en lo particular me enseñaron muchísimo, así que fueron dos tipos que me marcaron, definitivamente marcaron mi vida”, confesó Beder.

Scola y Hernández son piezas fundamentales de este relato, tal como lo admite Beder, y como los hechos lo demuestran. Argentina intervenida, sin presupuesto y totalmente a la deriva, comienza la odisea hacia Río 2016. Lejos quedaron los años dorados, lejos quedaron las palomitas y las victorias a Estados Unidos. Pasan los eventos internacionales, y los nombres se van diluyendo. Pero comienzan a resonar otros, con la fuerza del 2004, con la picardía (y la mochila) del 2016: Facundo Campazzo, un rebelde cordobés que había asomado la nariz en 2014, se hacía lugar, aparecieron Gabriel Deck, Marcos Delía, se retiraban Manu Ginóbili y Andrés Nocioni, y los nombres de las listas del 2004 y 2016 se iban cambiando.

“¿Y ahora? Ahora es cuando empieza a escribirse el verdadero argumento de este libro. Ahora es cuando ya no hay más Generación Dorada de la que aferrarse, es el momento del salto al vacío. La Selección de los próximos años será ésta. Tal vez no esté a la altura de la anterior, pero es lo que hay”, reza el apartado del 31 de julio de 2017. “Esta selección”, debió afrontar la primera edición de la Americup, en la que lograron ser finalistas, y enfrentarse a Estados Unidos, ya sin los Dorados, salvo Scola, haciendo de sostén: “Considero que en la Americup dieron un salto de madurez fuerte, y a partir de ahí entendieron que eran ellos, y ya no los que se habían ido antes”, manifestó Beder. Si bien el resultado no fue el esperado, y Hernández continuaba sin poder conquistar títulos, la Selección comenzaba a tener un nuevo sabor, El Legado iba abriéndose paso.

Argentina llegó a Lima en 2019 con un proyecto ambicioso por parte del cuerpo técnico: utilizar el mismo plantel para ambas competencias: 12 jugadores para 50 días de competencia en un panamericano y un mundial. Y Germán también iba a ser parte de ese proceso. Viajarían, concentrarían, convivirían durante dos meses. Recorrerían el mundo en busca de la gloria. E inevitablemente, se formaría una especie de fraternidad paternalista entre él y el plantel. “Era parte de la vida cotidiana del grupo. Muchos momentos compartidos, entonces muchos momentos de charla y eso derivó en muchos momentos de intimidad. Me gustaba que tuvieran confianza en mí, siempre es bueno sentirse valorado y yo sentía eso, que había un afecto por mí que llevaba a los jugadores, y también a los integrantes cuerpo técnico, a conversar conmigo, así que fue un lugar de privilegio”, argumentó Beder, el periodista a cargo de darle voz a los pibes que venían a reemplazar a los Nocioni, Ginóbili, Prigioni y compañía.

Los pibes, hoy son apellidos consagrados: Campazzo, Laprovíttola, Garino, Redivo, Gallizzi, Deck, Delía, Brussino, Vildoza y la lista sigue. Todos y cada uno de ellos tienen un apartado especialmente detallado de cómo llegaron a la Selección y qué aportaron, narrado de una manera sublime por su autor. “Al principio cuando yo entré, Nico Brussino era un chico con acné que apenas hablaba y hoy en día es un jugador maduro de España que tuvo paso por la NBA. Pato Garino era un niño también y hoy es un jugador consagrado… Había muchos inmaduros como Facu y Lapro que estaban bien encaminados, pero tenían algunos comportamientos todavía infantiles. Luca era un niño también, se veía que era muy talentoso, pero también le faltaba de lo físico, le faltaba desde el profesionalismo. O sea, hubo muchos jugadores que durante el proceso dieron un salto de calidad sí, pero todos estuvieron a la altura. Si no hubiesen estado a la altura no terminás prosperando, porque para ser segundo mundial, sí o sí necesitás que el grupo entero esté a la altura de las circunstancias”, aportó Beder.

Y así, fueron dejando atrás las ataduras de “el Legado”, para pasar a ser jugadores con nombre propio, posicionados de manera individual que conformaron un colectivo ganador: se hicieron dueños del Panamericano de Lima, y del subcampeonato del mundo de China. “Me dejaron bastantes enseñanzas de cómo afrontar la vida, de cómo enfrentarse a los problemas y atacarlos, de cómo soportar presiones sin caer en la desesperación. También me dejó la enseñanza de que a veces desde el lugar de Prensa se crean expectativas y cargas sobre los jugadores que terminan empañando la carrera mucho más de lo que los periodistas pueden creer. Como enseñanza final, me dejaron una gran alegría por haber podido concretar lo que tanto habían estado buscando, trascender, poder salir un poco de la comparación permanente y que se hablara más de ellos. Esa manera de reinventarse, de mantener a la Selección en el lugar de elite, cuando estaba todo dado para que no pasara, fue una enseñanza personal en cuanto a la lucha, a que la resignación no sirve de nada y que hay que tratar siempre de combatir los momentos oscuros con trabajo, con empeño… En algún momento el resultado llega”, cerró Beder.

Y llegó, para los jugadores, para el cuerpo técnico, y, sobre todo, para el pibe de Bahía que soñaba con ser parte de algo grande, y no solo lo fue, sino que pudo coronarlo con esta joya llamada “El Legado: Historia de un grupo que le torció la mano al destino”.

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Sol D'Amato
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periodista deportiva oxidada. Fotógrafa en proceso. Hago muchas otras cosas que me ayudan a pagar el alquiler.